En más de una ocasión hemos escuchado manifestar ciertas dudas sobre la capacidad del yeso de absorber o ceder agua al ambiente, convirtiéndose así en un regulador de humedad de cualquier habitáculo.

Para dar algo de base científica a este hecho, hablaremos primeramente del contenido en humedad: “cantidad de vapor de agua almacenado en la red capilar que se expresa en % en peso, sobre el peso seco”

En primer lugar, decir que nos referimos a los techos registrables de yeso vivo, es decir, aquellos que no incorporan papel ni vinilos ni ningún tipo de recubrimiento superficial.

Esta cantidad de vapor de agua no se combina químicamente con el sulfato cálcico, por lo que podemos denominarlo también como agua libre.

Al realizar un amasado de yeso se introducen una serie de poros en la masa, al producirse la evaporación de moléculas de agua de amasado sobrante que no se han combinado químicamente.

Esto forma una red capilar de poros de distintos tamaños y que se comunican entre sí. Dentro de esta red se pueden introducir moléculas de vapor de agua procedentes del aire exterior cuando este es húmedo, permaneciendo almacenadas hasta que baje el contenido de humedad exterior, momento en el que esa agua almacenada será cedida al ambiente.

Así pues, esta propiedad del yeso es una realidad y debemos considerarla una característica valiosa y de gran utilidad para el ser humano.

El yeso regula la humedad del ambiente y por tanto también la temperatura.

Solo necesitamos que el yeso no este oculto por una capa de papel, vinilo u otros recubrimientos que impidan que se produzca esta transferencia de agua en ambos sentidos.

 

Ernesto García

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